miércoles, 14 de octubre de 2009

El español contemporáneo12 03 2007
En el año 1713 se fundó la Real Academia Española. Su primera tarea fue la de fijar el idioma y sancionar los cambios que de su idioma habían hecho los hablantes a lo largo de los siglos. En esta época se había terminado el cambio fonético y morfológico y el sistema verbal de tiempos simples y compuestos era el mismo que ha estado vigente hasta la primera mitad del siglo XX. Los pronombres átonos ya no se combinaban con las formas de participio y, gracias a la variación morfológica, los elementos de la oración se pueden ordenar de formas muy diversas con una gran variedad de los estilos literarios.
En cuanto al continente americano, no han faltado autores que calificaban de dialectos a cada una de las variedades lingüísticas que se han consolidado en los respectivos países. La dialectología del español en América debe hacerse por cada país antes de que la homogeneidad que imponen la radio, el cine y la televisión borren las fronteras dialectales que aún existen.
El castellano es la lengua romance de mayor difusión en el mundo actual. Se habla en casi toda la península ibérica, en el sudoeste de U.S.A., en todo México, en toda América Central y América del Sur (a excepción de Brasil y Guayanas) y es la lengua de un grupo minoritario de hablantes de Filipinas.
Esta vasta difusión geográfica trae como consecuencia una gama importante de variantes dialectales. Esto hace suponer que al cabo de los siglos e inevitablemente, el castellano debería seguir el destino del latín: fraccionarse en distintas lenguas nacionales. Aparentemente, la velocidad de los medios de comunicación y la amplia difusión de la lengua escrita en la literatura y en los medios masivos, hacen que la gran mayoría de los hispanohablantes maneje una variedad de lengua común, en la que todos se entienden a pesar de las diferencias regionales. La escuela funciona como un organismo unificador que tiende a que los hablantes se comuniquen con un número cada vez mayor de hablantes de otras regiones. Entonces si bien somos conscientes que la lengua evoluciona inevitablemente, también debemos creer en la necesidad de mantener una unidad lingüística que permita la comunicación eficaz y fluida entre la mayoría de los hispanohablantes.
Dialectos
Como todas las lenguas ampliamente difundidas el español está sujeto a variaciones regionales y sociolingüísticas. No obstante, a pesar de esa heterogeneidad, el grado de variación no es muy grande y sólo raramente hay interrupciones de mutua ininteligibilidad, Las dificultades nacen con los criollos basados en el español de Filipinas y Colombia y con el judeo-español, la lengua hablada por las comunidades sefarditas expulsadas de España en 1492. El sefardí tiene fama de haber preservado numerosas características del siglo XV, pero tal afirmación es exagerada; es vedad que ciertas peculiaridades fonéticas, como la preservación de la /f-/ inicial es un elemento arcaico, pero esa lengua también ha evolucionado extensamente en su morfología y ha asimilado gran número de préstamos léxicos.
Entre las variedades dialectales españolas del romance tenemos el asturiano-leonés, cuyos límites no coinciden ni con los del antiguo reino de León ni con la actual provincia de León. Entre algunas características que lo acercan al gallego-portugués destacan: ou < au, al- + consonante (cousa, touro, outro); se conserva f- (filo, farina); se pierde toda -n- intervocálica, como raa < rana; la l pasa a r después de consonante sorda, como praza < platea. Una variedad parecida al leonés pero que apunta al gallego-portugés es el mirandés, hablado en Miranda do Douro, en Portugal. Otro dialecto importante es el aragonés, que en parte se funda históricamente en el antiguo reino de Aragón y Navarra, pero que recibió gran influencia del castellano. Hoy se habla en la provincia de Huesca, al pie de los Pirineos.
El extremeño, ligado históricamente con el asturiano-leonés, se habla en una región septentrional de Extremadura. Aparte de estas lenguas que tienen personalidad propia, las hablas dialectales del castellano se pueden clasificar en dos grupos: las septentrionales y las meridionales, comprendiendo éstas al murciano, al andaluz y al canario, hablados en Murcia, Andalucía y Canarias, respectivamente.Los dialectos septentrionales se caracterizan por ser más conservadores y abarcan las tierras castellanas y las que ocuparon los dialectos históricos del latín, como el aragonés y el asturiano-leonés. En el habla de las tierras donde nació el castellano encontramos una serie de rasgos dialectales, como el uso del leísmo (le como complemento directo: Este piso ya le vimos), laísmo y loísmo (la y lo como complemento indirecto: La dije que no viniera); pronunciación de la d final como z: Madriz; aparición de una s en la segunda persona del singular del pretérito imperfecto: vinistes; uso del infinitivo para la segunda persona del plural del imperativo: ¡Traerme algo!.
Hacia el este (La Rioja, Navarra y Aragón) hay una influencia de la huella aragonesa, como el uso de pronombres precedidos de preposición: con tú, con mí; el uso del diminutivo -ico: pajarico; abundante uso de pues.
Hacia el oeste (León, Zamora y Salamanca) hay huellas del leonés, como la tendencia a cerrar las vocales finales: otru; diminutivos en -ín, -ina: niñín, niñina; uso del indefinido en vez del perfecto compuesto: hoy fui a tu casa.
Los dialectos meridionales se caracterizan por ser más evolucionados en su pronunciación y por rasgos fonéticos muy marcados. En esta región dialectal se hallan el andaluz, el extremeño, el canario y el murciano. Las principales características de estos dialectos son: confusión de r y l en posición final de sílaba o palabra: arta, cuelpo y otras se pierden, como españó; seseo (pronunciación de la z o la c ante e o i como s: sielo; ceceo (pronunciación de la s como z: zerio; pérdida de la d y de la n intervocálicas o ante r: cansao, mare; yeísmo con distintas pronunciaciones: yuvia.

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