lunes, 27 de julio de 2009

la poesia


La Poesía

(del griego ποίησις 'creación' < ποιέω 'crear') es un género literario en el que se recurre a las cualidades estéticas del lenguaje, más que a su contenido. Es una de las manifestaciones artísticas más antiguas. La poesía se vale de diversos artificios o procedimientos: a nivel fónico-fonológico, como el sonido; semánticosintáctico, como el ritmo; o del encabalgamiento de las palabras, así como de la amplitud de significado del lenguaje. y

Para algunos autores modernos, la poesía se verifica en el encuentro con cada lector, que otorga nuevos sentidos al texto escrito. De antiguo, la poesía es también considerada por muchos autores una realidad espiritual que está más allá del arte; según esta concepción, la calidad de lo poético trascendería el ámbito de la lengua y del lenguaje. Para el común, la poesía es una forma de expresar emociones, sentimientos, ideas y construcciones de la imaginación.

Aunque antiguamente, tanto el drama como la épica y la lírica se escribían en versos medidos, el término poesía se relaciona habitualmente con la lírica, que, de acuerdo con la Poética de Aristóteles, es el género en el que el autor expresa sus sentimientos y visiones personales. En un sentido más extenso, se dice que tienen «poesía» situaciones y objetos que inspiran sensaciones arrobadoras o misteriosas, ensoñación o ideas de belleza y perfección. Tradicionalmente referida a la pasión amorosa, la lírica en general, y especialmente la contemporánea, ha abordado tanto cuestiones sentimentales como filosóficas, metafísicas y sociales.

Sin especificidad temática, la poesía moderna se define por su capacidad de síntesis y de asociación. Su principal herramienta es la metáfora; es decir, la expresión que contiene implícita una comparación entre términos que naturalmente se sugieren unos a los otros, o entre los que el poeta encuentra sutiles afinidades. Algunos autores modernos han diferenciado metáfora de imagen, palabras que la retórica tradicional emparenta. Para esos autores, la imagen es la construcción de una nueva realidad semántica mediante significados que en conjunto sugieren un sentido unívoco y a la vez distinto y extraño. El Día Internacional de la Poesía es el 21 de marzo.

Futuro de la Poesía

Ciertos avances tecnológicos como el ordenador pueden modificar formalmente la poesía, pero no su importancia, porque, como cualquier otro arte, sobresale por su capacidad de adaptación a los nuevos recursos y a las nuevas necesidades. La poesía, por otra parte, no es exclusivamente un fenómeno libresco. Acciones poéticas o performances, recitales públicos, combinación de poesía e imagen en muchas experiencias de vídeo, hablan a las claras de su vitalidad y tal vez de un impulso ligado también a sus orígenes: el de convertir la palabra en un rito compartido.

poeta: pablo neruda


domingo, 26 de julio de 2009

literatura precolombina

Fundamentos y Características
Como los conocimientos científicos de los mayas sorprendieron de tal manera a la humanidad que muy dignamente han sido llamados “los griegos del Nuevo Mundo”.El doctor Manuel Luis Escamilla, con justificada razón lo acota en su libro: Hispanoamérica en la ruta de su identidad. Encuentro de dos mundos, en el que se menciona que al hablar de la
Cultura maya, existe una verdadera gama de formas culturales que se han desprendido de los mayas y que en realidad lo correcto se debe referir a la Civilización Maya, que es el verdadero fundamento de la literatura americana.
Si no hubiera sido por algunos detractores de los indicios de esta civilización, hoy contaríamos con una de las riquezas más grandes de la humanidad y podríamos referirnos a él cómo el clasicismo americano. Sin embargo, lograron sobrevivir a la destrucción que la superstición religiosa motivo en el siglo XVI, el Popol Vuh, los libros de Chilam Ballam, la obra poética de Netzachualcoyotl.
En la Civilización Maya, los sacerdotes eran los encargados de descifrar los designios sobrenaturales, para explicar la cosmogonía y formación del universo. La máxima expresión de la literatura precolombina es el Popol Vuh esta obra es muy conocida en latinoamerica.
Esta literatura la utilizaban mucho los indígenas antiguos en los siglo V y VII.
Este movimiento literario se caracteriza por sus escritos en codices y usando el mito y la leyenda. Emerson Emilio

El Popol Vuh
La obra como actualmente se conoce, fue adaptada por Diego de Reynoso, luego el fraile Francisco de Ximenez logró que los indígenas del pueblo de Chichicastenango, antes Santo Tomas de Chuila, le entregaron un original en Quiché, posteriormente, el Abate Carlos Esteban Brasseur de Bourbourg lo tradujo al francés. Tiempo después, surgió otra versión escrita por Jorge Reynaud, la cual tomaron como base para traducirla al español los escritores: José Maria de Mendoza y Miguel Ángel Asturias.
El libro se divide en cuatro partes, la primera, describe la creación del mundo y las especies. La segunda parte se refiere a las aventuras de Hanhapú e Ixbalanqué y la leyenda del árbol prohibido cuidado por los moradores del reino de Xibalba. Las dos últimas partes, hablan sobre los pueblos de la península de Yucatán y Guatemala y se refieren también a las dinastías de la época, la razón por la que se le atribuye valor histórico.

Chilam Balam
Juan José Hoil escribió un libro, que fue botado a la basura. Luego apareció en la casa de señoras locas pero con gran sabiduría. Fue encontrado en Chumayel. Los libros de Chilam Ballam están formados por alegorías, profecías, Crónicas, estos libros fueron llamados: Los Libros de Chilam Ballam constituyéndose en uno de los textos más importantes para conocer la cosmogonía y teogonía de la Civilización Maya. Lamentablemente los españoles, durante la conquista, adulteraron los originales, elaborando una burda mezcla de conceptos, pretendiendo integrar la cultura indígena con la cristiana.
Los libros de Cillam Ballam se pueden clasificar como :
Religiosos: contienen descripciones de rituales indígenas y elementos cristianos.
de Medicina
de Astrología
Históricos

Netzahualcoyotl
A la edad de 29 años, Netzahualcoyotl hijo de Ixtlilxochitl, rey de los chichimecas fue coronado rey de Texcoco después de luchas por recuperar su reino aliado con los
chalcas, huexotizincas, tlaxcaltecas y aztecas. Su reino había sido atacado por Tezozomoc caudillo de Azcapotzalco quien atacando Texcoco se había tomado el poder. Luego, su hijo Maxtla enfrascado en la misma lucha es muerto en el combate y Netzahualcoyotl ofrece su corazón a los dioses.
Fue un hombre muy sabio, y un excelente poeta, creo una extensa biblioteca donde se almacenaban la historia y la literatura de la época, a él se debe también la existencia del bosque Chapultepec.

miércoles, 22 de julio de 2009

literatura contemporanea colombiana

Tomás González (Medellín, 1950) comenzó su carrera literaria a principios de la década de los setenta. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de Colombia. Escribe cuentos, novela y poesía. Después de trabajar casi dieciséis años en Nueva York, regresó a Colombia en 2002 y hoy vive en Chía, municipio cercano a Bogotá. Ha publicado: “Primero estaba el mar” (1983), “Para antes del olvido” (Premio Nacional de Novela Plaza & Janés, 1987), “El rey del Honka-Monka” (Cuentos, 1994), “La historia de Horacio” (1997), “Manglares” (Poesía, 1997) y “Los caballitos del diablo” (2003). Su obra está siendo traducida al alemán.
Presentación del autor y su obra por Héctor Abad Faciolince
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“Leyéndolo tuve la sensación de que Tomás González es muy puro”.
—Elfriede Jelinek, Premio Nobel de Literatura -
Piedepágina.com
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“Lo que ha escrito Tomás González es fácil de identificar por su belleza tranquila. Y por la observación meticulosa de todo lo que se le atravesó desde la infancia. No parece haber detalle que se le escapara a una mirada intensa que le hizo entender un mundo que lo ha perseguido más allá de las montañas y más allá del mar, no obstante sus veinte años en Nueva York, y toda una vida en la cual ha sido antioqueño sin ejercerlo. Y ése es otro mérito: no se propuso ser el Tomás que lo conduciría a Carrasquilla ni el González que lo llevaría a Fernando, su pariente mayor y vecino de finca en Envigado, de quien leyó todo sólo a los treinta años por una estrategia: no salir marcado con hierro de esa cercanía con el filósofo de Otraparte, cuyo poder de seducción creó una saga admirable en el movimiento Nadaísta. Por fortuna la hondura de Tomás González nos ha permitido a sus lectores hurgar en otras realidades por fuera de coyunturas y catástrofes”.
—Héctor Rincón, Revista Arcadia (Semana)
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El escritor del silencio
Tomás González o el secreto mejor guardado de la literatura colombiana
La reedición de la obra del escritor antioqueño Tomás González recupera a una de las principales figuras de la literatura contemporánea colombiana. Poco conocido, distante con los medios y alejado de las cámaras, el escritor aceptó recibir a Arcadia en su casa.
Por Andrés Felipe Solano
Conozco a Tomás González por el retrato que acompaña la solapa de sus libros. Es el de un muchacho de gafas metálicas y pocas arrugas. Por eso tardo en reconocer al hombre de barba crecida y entrecana que me abre la puerta. Durante un largo segundo creo que es uno de sus tíos, de los que habla en su novela La historia de Horacio. Incluso el mismo Horacio, ese personaje nervioso que no se despega de un cigarrillo hasta poco antes de ir a la tumba. Tomás me hace seguir, cortés pero distante, casi tan incómodo como yo ante la entrevista que se avecina. No le gusta hablar mucho con la prensa y es poco lo que se sabe de él, en parte por su carácter huraño y en parte porque vivió casi dos décadas en Estados Unidos.
González abandonó Colombia en 1983 sin haber publicado Primero estaba el mar, novela basada en la violenta muerte de su hermano. La escribió mientras trabajaba corno cantinero en el Goce Pagano, un bar salsero del centro de Bogotá. En una de las pocas entrevistas que ha dado, el huraño escritor nacido en Medellín explicó el origen de su primera novela: “Cuando murió asesinado mi hermano Juan, en Urabá, a pesar del inmenso dolor que eso me causó, me di cuenta de inmediato de que había ocurrido algo que tenía las proporciones de una tragedia; me refiero a las proporciones estéticas. Mientras el dolor que una parte de mí sentía era a ratos casi insoportable, otra miraba los hechos en frío, como alguien que examina un árbol caído y calcula el tamaño de un bote que podría sacársele. Y eso fue lo que hice: escribí Primero estaba el mar, y muchas veces mientras lo hacía se me ocurrió que estaba utilizando desvergonzadamente la muerte de mi hermano para hacer literatura. Pero así y todo seguí escribiéndola”.
En Primero estaba el mar la fatalidad se instala poco a poco hasta apropiarse por completo de una pareja que se ha ido a vivir cerca de la costa, en busca de una incierta felicidad. Está escrita en un tono sobrio, contenido, sin malabar alguno, cualidad admirable en la primera obra de un escritor. Un tono muy diferente a cualquiera de las obras de sus contemporáneos colombianos: “Hasta más o menos las tres de la mañana J. tuvo conciencia de sí mismo. Al parecer el whisky no estaba bueno y los dos se enlagunaron. Hubo una pelea horrible entonces, pero ellos nunca supieron el motivo. Debió ser algo muy tormentoso, porque al día siguiente ella tenía un ojo negro y magulladuras en los muslos y J., dos arañazos largos en la cara. Todos los libros estaban caídos de las estanterías y la escopeta apareció bajo la cama, con un tiro disparado”.
Un registro que en su modestia González le atribuye a la propia historia y no a su habilidad como escritor. Para los pocos que la leyeron en su momento, la obra también dejó entrever uno de los ejes fundamentales de lo que sería su literatura en el futuro: el pulso entre la vida y la muerte.
González abandonó esa primera novela a su suerte y partió a Miami con su esposa Dora seducido por la posibilidad de escribir y trabajar al mismo tiempo. Al llegar, su familia política lo acogió. Durante los tres años transcurridos en la Florida desempeñó varios trabajos: desde ayudante en una imprenta hasta alineador de llantas de bicicleta. También vivió seis meses en Nueva Orleans, una ciudad presente en sus cuentos y que él recuerda en lenta descomposición, con ese olor a podredumbre, a salitre. Una ciudad siempre desbaratándose, como la Cartagena antigua. En resumen, un territorio conocido.
Cansados de la Florida, González, su esposa y su hijo Lucas, decidieron mudarse. La idea era ir en carro hasta Pensilvania, en donde él quería aprender a cultivar champiñones por un tiempo para después regresar a Colombia. Durante el viaje llamó a un amigo que vivía en Nueva York y él lo convenció de instalarse por una semana en la ciudad y desde ahí bajar hasta Pensilvania. Así lo hizo. Dejó a su familia al cuidado de su amigo en un apartamento en la calle 101, a dos cuadras de Central Park, y partió en soledad con la firme idea de encontrar aquel vasto campo de champiñones del que le hablaron. González nunca llegó a su destino. Se perdió varios días entre una red de autopistas hasta que vencido decidió regresar.
Vivió ocho meses en aquel apartamento; ocho meses en los que se deprimió, en los que no soportó la bulla de la ciudad, en los que se aterró de ver a gente que por culpa de la recesión había empezado a vivir en los túneles del metro. La imagen le causó una impresión tan profunda que comenzó a darle vueltas en la cabeza a un cuento que explicara cómo una persona llega a tal estado de orfandad. El motivo de Verdor, otro de sus cuentos, lo encontró en la historia de un tío que casi no se repone de la muerte de un hijo. Era una razón poderosa y verosímil para que un hombre rodara por un despeñadero: “Él recorría las noches del verano metiéndose por sitios profundos, recovecos turbios, pero casi siempre buscando terminar la noche bajo cielo abierto. Por algún tiempo anduvo con una mujer morena que tenía el tatuaje de una culebra en el estómago. Con ella entró y salió de bares, con ella pasó días en cuartos de hoteles desastrados, que tenían bañeras negras y cortinas espesas ya raídas y que parecían estar más hondo que los trenes subterráneos cuyo ruido los calaba por completo. Envuelta en una luz de mecheros de alcohol, la vio hacer brillar jeringuillas, la vio desaparecer de placidez en el fluido de su propia sangre como quien se deja llevar por un ancho río hacia el olvido”. El personaje de Verdor está otra vez en ese punto donde la vida y la muerte conviven.
Después de esos ocho meses, González sintió que su alma comenzaba a colonizar Nueva York tras una mudanza al Lower East Side. En el momento en que se mudaron, el vecindario apenas estaba cambiando. Poco antes ni los taxis entraban. “Con el trasteo me sentí feliz por primera vez. Sentí que era un privilegiado por estar ahí. Era mediados de los ochenta y estaba en el corazón en donde se gestó la contracultura de aquellos años”. Hizo suyo un barrio que bullía, “unas calles donde tuve muchos amigos. Un período donde viví una segunda juventud. En ese tiempo salía dos o tres veces a los bares del Lower, los mejores de Nueva York para mi gusto. Había mucho para ver en sitios como Mars. Ése es de los pocos que quedan. Es un cuchitril de dos por dos donde aún se reúne la gente más extraña del mundo. Para mí era muy atractivo. Bebíamos vodka, mucho vodka. Después el cuerpo me cobró las salidas. Los guayabos eran insoportables y dejé de buscar la noche, pero recuerdo esos días con mucha alegría. Todas esas noches aún están muy vivas en mí”. Como están vivos los paseos a Conney Island, las tardes en que se sentaba en una banca del tablado, entre montañas rusas oxidadas, a ver nadar a Los Osos Polares, un grupo de viejos rusos curtidos en el mar Báltico, y el bar del que no se acuerda el nombre pero que está descrito en Víctor está de regreso, otro de los cuentos que hacen parte de El rey del Honka-Monka.
No sabe si escribirá algo largo sobre Nueva York, aun así la ciudad está en algunos de sus cuentos y el libro de poemas titulado Manglares. Quizás esta obra, ya publicada pero a la que le viene agregando nuevos poemas y que espera terminar a final de año, resuelve aquel definitivo duelo entre vida y muerte. Esa palabra, que se refiere al sitio geográfico-climático “donde las cosas se destruyen y se construyen al mismo tiempo, ese lugar ambiguo, entre sólido y líquido, es la frontera donde me paro con la intención de mostrar que a pesar de la podredumbre sólo lo vivo permanece y lo muerto ido está”. Por eso mismo en su novela Regresa Abraham, hasta ahora inconclusa, intenta contar la historia de una familia que fue inmensamente feliz en plena época de la violencia bipartidista.
Después de casi dieciséis años en Nueva York, González regresó a Colombia hace cuatro años. Con su retorno, su obra, a pesar de la fama de escritor oculto con la que carga y de la que se ríe un poco, ha adquirido la importancia que merece. Norma reeditó todas su novelas, incluida Para antes del olvido, con la que se ganó el V Premio Nacional de Novela Plaza & Janés (1987). Ésta y Los caballitos del diablo (2003) pertenecen a un mundo rural antioqueño en el que algunos ven un punto flaco, quizá porque representan un universo contrario al de sus cuentos, al de sus poemas y al de su portentosa primera novela. Un cerrado universo que a lo mejor sólo los paisas logran descifrar en toda su dimensión. Lo mismo se pensó de la obra de Fernando Vallejo en su momento.
La historia de Horacio (1997), a pesar de estar enmarcada en ese mundo, lo trasciende. La novela, hace poco traducida al alemán, nació a partir de “un documental sobre una familia de hermanos que vivía en Connecticut. Uno de ellos sufría de un nerviosismo patológico que lo obligaba a hacer cosas como caminar sólo de noche para no encontrarse con nadie. Bueno, yo tuve un tío que sufría de algo parecido. Decidí entonces contar la historia de un hombre, Horacio, que vive en una casa grande con su esposa y tiene por vecinos a sus hermanos. Este hombre sufre de una sensibilidad extrema, de una percepción exacerbada de la realidad que termina por causarle la muerte. Así era mi tío, cuando hablaba por ejemplo de una muchacha muy bonita que había visto, lo hacía como si se le fuera la vida en ello. Terminaba exhausto”. En este punto calla. Parece haber llegado a algo importante. Lo empujo a que me lo diga, avergonzado de estarle arrancando palabras que a lo mejor sólo quiere escribir. “Pero ahora que lo pienso y yendo mucho más lejos, es lo que de alguna manera nos pasa a todos. El mundo nos va debilitando, la misma vida es la que nos va minando, sólo que en Horacio ese proceso es mucho más rápido”. Su novela se conecta, aunque él no lo haya notado, con La muerte en Venecia, uno de sus libros preferidos. Horacio, guardadas las proporciones, es un poco como Gustav Aschenbach, aquel viejo profesor que muere perturbado por la belleza de un jovencito llamado Tadzio y afiebrado a causa del malsano clima de la ciudad italiana. Un aire tan pesado como el de un manglar.
Ante ese debilitamiento, el antioqueño apuesta “por una escritura como respuesta a la muerte, al hecho de que las formas se deshagan en el tiempo”. Pero escribir no involucra estar siempre frente al teclado. Ése es un último y lejano paso. González vuelve a romper su pudor y me confiesa que para él la escritura significa “estar atento, leer el mundo de una forma particular, y si llega el poema, cuento, o novela en que pueda dejar testimonio de esa lectura, obviamente que me voy a alegrar. Pero no me angustia que no pase”.
En el último año su obra ha despertado una creciente atención, que contrario a lo que hoy sucede con otros escritores colombianos, no está jalonada por una figura mediática. “Es que duré mucho tiempo lejos, no estoy vinculado al mundo literario y ahora vivo en Chía. Y, bueno, confieso que las entrevistas sí me aburren. Me parece que se vuelve un trabajo extra. Además hay gente que hace preguntas que simplemente no tienen respuesta. Y ya bastante me cuesta seguir a un personaje desde que se levanta. Tiene su encanto, pero eso de construir en el tiempo agota. Por eso estoy escribiendo poesía, así me es más fácil llegar al corazón de las cosas y hablar de asuntos más personales”.
Noto el cansancio en su cara. Sus ojos me dicen que ha hablado demasiado acerca de sí mismo. Es hora de partir. Lo dejo tras la puerta roja. Me voy con la imagen de su barba crecida y sus palabras serenas, tan libres de vanidad. Lo dejo entre el verde de la sabana y sus perros, Sultán y Sombra, el recuerdo del viaje de una hora en tren hasta Conney Island y los antiguos manglares. Entre poemas como Zarzal:
De todo lo que fue la vida en esos días,de todo lo vivido en aquel valleal pie de las altas cordillerassólo quedan las formas generales: lo demás lo doy por ido.Seguramente allá están las montañas,el viento puntualy el mismo valle.Pero todo lo que estaba allí y que era míose ha deshecho, ha fluido,como nubes ha sido reemplazadoy ya ni siquiera se puede decir que sea lejano.Por eso hoy,si el invierno llega otra vez con nievesciegas, si he bebido, si por algún motivome encuentro ensombrecidollego a sentir que nunca estuve allí, que nada vi, que las garzas, el Cauca y las acaciasno salieron nunca del pantano.

martes, 21 de julio de 2009

literatura española

Historia de la literatura española [editar]

La literatura española en la Edad Media [editar]
Artículo principal:
Literatura española en la Edad Media
Sólo a partir de la Edad Media y en un sentido exclusivamente geográfico es posible hablar de literatura española. Hasta este periodo, se supone la coexistencia de una poesía popular en lengua romance, tanto lírica como épica, junto a unos usos escriturales cultos cuya lengua de expresión y transmisión era el latín.

Primeras manifestaciones [editar]
Hasta la década de
1950 fue habitual considerar que el comienzo de la literatura española se daba con una obra épica: el Cantar de Mio Cid (siglo XII). La historiografía literaria, sin embargo, no tuvo en cuenta datos proporcionados por crónicas anteriores a la definitiva fijación textual de dicho cantar de gesta. Estos datos se refieren a la tradición oral tanto en su versión lírica más antigua como a los romances, ambas formas de expresión que formaban parte del patrimonio popular. En el año 1948, Samuel Miklos Stern, un investigador israelí, descubrió en antiguos manuscritos conservados en El Cairo, unas estrofas líricas en lengua romance aljamiada, denominadas jarchas. Este hecho obligó a los historiadores de la literatura a reestructurar su concepción del sistema literario medieval.

Página 72 del Códice Emilianense 60. Se aprecia la glosa al margen.
Glosas Emilianenses (siglo X): El primer texto escrito en formas románicas españolas. En realidad no tiene carácter literario. Es una oración de un manuscrito de San Millán de la Cogolla.
El texto dice así:
Cono ayutorio de nuestro dueño dueño Cristo, dueño Salvatore, qual dueño yet ena honore a qual dueño tienet ela mandatione cono Patre, cono Spiritu Sancto, enos siéculos de los siéculos. Fácanos Deus onmipotes tal serbicio fere que denante ela sua face gaudiosos seyamus.
Traducción al castellano actual:
Con la ayuda de nuestro Señor Don Cristo, Don Salvador señor que está en el honor y señor que tiene el mando con el Padre, con el Espíritu Santo, en los siglos de los siglos. Háganos Dios omnipotente hacer tal servicio que delante de su faz gozosos seamos.
Las jarchas (siglo XI): Breves composiciones líricas de carácter amoroso, escritas en árabe vulgar, o en la lengua romance de los cristianos que vivían en al-Ándalus (mozárabes).
Ejemplo de jarcha:
Vayse meu corachón de mib.
ya Rab, ¿si me tornarád?
¡Tan mal meu doler li-l-habib!
Enfermo yed, ¿cuánd sanarád?
(traducción)
Mi corazón se me va de mí.
Oh Dios, ¿acaso se me tornará?
¡Tan fuerte mi dolor por el amado!
Enfermo está, ¿cuándo sanará?
Cabe destacar a
Isidoro de Sevilla, Obispo, teólogo, cronista, compilador y santo español en la época visigoda.

Siglo XII [editar]
En el siglo XII empieza a desarrollarse la literatura en lenguas románicas en toda Europa. La iglesia ha empezado a darse cuenta de que el pueblo ya no entiende los
sermones en latín y autoriza a que estos se pronuncien en lengua vulgar, aunque el resto de la liturgia siga pronunciándose en latín; igualmente se pretende renovar en parte la liturgia admitiendo ciertas formas parateatrales derivadas del tropo, como el Officium pastorum o el Quem quaeritis?. Eso tuvo importantes consecuencias para la literatura vernácula, que hasta entonces era de transmisión oral: parte de la tradición narrativa —cuentos, facecias, apólogos, fábulas, adagios— de fin moral se transvasa a la literatura «popular», así como algo de los colores retóricos y del vocabulario culto de los clérigos. En torno a tres centros, uno religioso (monasterios y escuelas catedralicias) y dos profanos (las Cortes reales y nobiliarias y los estudios generales predecesores de las universidades por un lado y, por el otro, el mundo popular de los actores itinerantes, las canciones tradicionales y los juglares) se empiezan a componer algunas obras literarias en lengua vulgar. Así se articulan tres mesteres o escuelas literarias principales: el Mester de Clerecía, el Mester de Cortesía y el Mester de Juglaría en diversas variedades lingüísticas: galaico-portugués, asturleonés, castellano, aragonés y catalán. De una primitiva literatura en euskera nada ha subsistido hasta hoy, ya que sus primeros obras datan del siglo XV.
Cronológicamente el primero en surgir es el
Mester de Juglaría, formado por cantares de gesta que imitan las chansons francesas al principio y luego reaccionan con una temática nacional bien diferenciada agrupándose en varios ciclos, de los cuales los más importantes son los relativos al Cid, a los Siete infantes de Lara y el relativo a Bernardo del Carpio. Frente a la épica francesa, la épica española posee unos rasgos diferenciales muy acusados:
Mayor
realismo, frente a los elementos sobrenaturales y fantásticos que aparecen en la épica francesa.
Mayor vitalidad: los argumentos e historias medievales de la épica española pervivirán luego en el teatro clásico del
Siglo de Oro y en el Romancero viejo y nuevo hasta la actualidad en forma oral o incluso escrita.
Utiliza una
rima más fácil y libre, la asonante, frente a la épica francesa, escrita en rima consonante.
El verso de la épica española es anisosilábico (irregular, de distinta medida, con predominio del alejandrino o de 14 sílabas con pausa versal o cesura casi siempre tras la séptima sílaba), mientras que el de la épica francesa es regular, isosilábico.
En este mester podríamos agrupar también la literatura oral tradicional de las
jarchas en lengua mozárabe, de las cantigas de amigo en gallego portugués y la literatura trovadoresca que, en lengua provenzal, empiezan a escribir algunos trovadores catalanes. En cuanto a lírica castellana en este siglo apenas nada se ha conservado, salvo algunos restos de villancicos.
Según
Ramón Menéndez Pidal el Cantar de Mio Çid fue compuesto alrededor del año 1145, cuarenta y seis años después de la muerte del Cid; Antonio Ubieto Arteta, sin embargo, ha corregido esa hipótesis inicial y ha fechado la composición de la obra alrededor del añó 1207. Se ignora el autor, aunque debía poseer algunos conocimientos jurídicos y quizá se hallaba relacionado con el culto sepulcral establecido en torno al sepulcro del Cid en el monasterio de San Pedro de Cardeña; Menéndez Pidal piensa, a causa de la distribución de los topónimos que se encuentran en el Cantar, que pudieron ser dos autores relacionados con San Esteban de Gormaz y Medinaceli; el manuscrito fue copiado por un tal Per Abbat, Pedro Abad.
Mester de Juglaría
Cantar de Mío Cid, de autor desconocido, aunque el manuscrito está firmado por Per Abbat (Pedro Abad)
Auto de los Reyes Magos

Siglo XIII [editar]
Mester de Clerecía: Surge por oposición al Mester de Juglaría. Su máximo representante es Gonzalo de Berceo.
Lírica galaico-portuguesa. Presenta tres tipos de cantigas: de amigo, de amor y de escarnio o maldecir.
Ramon Llull; filósofo, poeta, místico, teólogo y misionero mallorquín del siglo XIII, se le considera el creador de la literatura catalana culta, lengua en la que escribió sobre filosofía; medicina; física; geometría; astronomía; astrología; gramática; teologia; moral religiosa y social; educación; relato, novela y mística tanto en prosa como en verso, así como poesía lírica religiosa de influencia provenzal. Es el primer novelista en prosa, autor místico y escritor en lenguaje científico en una lengua neolatina.
Alfonso X el Sabio; Rey de Castilla León y promotor de la lengua castellana, excelente poeta en galaico-portugués y fundador de la Escuela de Traductores de Toledo

Siglo XIV [editar]
don Juan Manuel
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita
Romancero viejo
Lírica culta castellana

Siglo XV [editar]

La Celestina
Durante el
siglo XV se da el llamado Prerrenacimiento. La producción literaria aumentó exponencialmente. Los poetas más destacados de este siglo son Juan de Mena, Íñigo López de Mendoza (marqués de Santillana) y Jorge Manrique, quien con su obra Coplas a la muerte de su padre reflejó perfectamente la aceptación cristiana de la muerte.
La Celestina: La literatura española de la Edad Media concluye con esta obra de Fernando de Rojas.

El Renacimiento [editar]
Artículo principal:
Literatura española del Renacimiento

El Barroco y el Siglo de Oro [editar]

Don Luis de Góngora, por Diego Velázquez
Artículo principal: Literatura española del Barroco
Miguel de Cervantes
Mateo Alemán
Alonso de Ercilla
Francisco de Quevedo
Luis de Góngora
Baltasar Gracián
Lope de Vega
Tirso de Molina
Pedro Calderón de la Barca

La Ilustración [editar]
Artículo principal:
Literatura española de la Ilustración
Durante el reinado de Carlos III, etapa del despotismo ilustrado, la influencia francesa quedó reflejada en la literatura española en el siglo XVIII. Los autores más representativos son Gaspar Melchor de Jovellanos, Leandro Fernández de Moratín, Ramón de la Cruz, José Cadalso y Benito Jerónimo Feijoo.

Gaspar Melchor de Jovellanos por Goya
Este periodo se puede dividir en varias etapas:
Posbarroquismo: heredara de la tradición barroca pero agotada en su sentido y forma. También es denominado rococó.
Neoclasicismo: vuelta al mundo clásico y latino.
Prerromanticismo: rechazan la normativa neoclásica y ensalzan los sentimientos sobre la razón.

Prosa [editar]

Poesía [editar]
El ambiente general del siglo no favorece una creación poética emotiva y original. Entre los géneros poéticos cultivados destacan:
La
anacreóntica y los idilios de carácter pastoril. Es una poesía de carácter artificioso que canta los placeres del amor, del vino, de la fiesta o de la danza. Se caracteriza por el uso de diminutivos y la aparición de la mitología. Este tipo de poesías son típicas de la primera etapa, el postbarroco.
La
sátira, la epístola, la oda y la elegía. Tratan temas cívicos, como la amistad o la convivencia, y las conquistas humanas.
La fábula responde a la preocupación didáctica. Son cuentos populares en verso, que ofrecen una moraleja final y cuyos protagonistas son animales. Destacan
Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego.
En la segunda mitad del siglo se impone la poesía neoclásica. Los intelectuales en la época también escriben poesía y se agrupan en escuelas poéticas: salmantina (
José Cadalso, Gaspar Melchor de Jovellanos y Juan Meléndez Valdés y madrileña (Nicolás Fernández de Moratín y Leandro Fernández de Moratín).

Teatro [editar]

El siglo XIX: Romanticismo y Realismo [editar]
La Literatura española en el
siglo XIX puede dividirse en varias etapas:
Hasta
1830. En este periodo las tendencias estilísticas del siglo XVIII aún prevalecen, aunque comienzan a surgir algunos escritores prerrománticos, como Rousseau o Goethe.
18301850. Apogeo de la literatura romántica.
18501870. Comienza el movimiento del Realismo.
18701898. Máximo esplendor del Realismo, llevado a su extremo por el Naturalismo.
En
1898, con el desastre del 98, comienza el siglo XX respecto al ámbito literario.

El Romanticismo [editar]

Viajero frente al mar de niebla de Caspar David Friedrich (Kunsthalle, Hamburgo)
Artículo principal:
Literatura española del Romanticismo
Cansados del escrupuloso rigor de los escritores ilustrados, surge, en la década de 1830 y bajo la influencia de los escritores prerrománticos europeos, como Goethe o Rousseau, el Romanticismo en España. Los autores románticos se rebelan contra todo lo establecido por el Neoclasicismo, son atraídos por lo misterioso y tratan de evadirse del mundo que les rodea, disgustados por la sociedad burguesa y apática en la que les tocó vivir.
En esta época, los conservadores trataban de preservar sus privilegios, mientras los liberales luchaban por suprimirlos. En Europa se desarrolla fuertemente la industria y crece culturalmente, mientras España parecía aislarse cada vez más, dando la imagen de un país retrasado.
Las primeras manifestaciones del Romanticismo en España fueron en
Andalucía, donde Juan Nicolás Böhl de Faber publicó en el Diario Mercantil de Cádiz una serie de artículos defendiendo el teatro del Siglo de Oro, y en Cataluña, a través del diario El Europeo, siguiendo el modelo de Böhl y defendiendo un Romanticismo moderado y tradicionalista. Uno de los principales introductores del prerromanticismo fue Manuel José Quintana.

Poesía [editar]

José de Espronceda
En la poesía, los poetas plasman con euforia y pasión todo cuanto sienten. Los principales temas son el amor pasional, las reivindicaciones sociales, el Yo del poeta y la naturaleza, ambientada en lugares oscuros y misteriosos.
El representante más destacado de la poesía del Romanticismo es
José de Espronceda (Almendralejo (Badajoz), 25 de marzo de 1808 – † Madrid, 23 de mayo de 1842), aunque también cabe destacar a otros poetas como Carolina Coronado (Almendralejo, 1823Lisboa, 1911), Juan Arolas (1805 † (1873), el gallego Nicomedes Pastor Díaz (18111863), Gertrudis Gómez de Avellaneda (18141873) y Pablo Piferrer (18181848).

Prosa [editar]
En cuanto a la prosa, la producción española es más bien escasa, limitándose en muchas ocasiones a traducir novelas extranjeras. La prosa española se limita básicamente en la novela, la prosa científica o erudita, el periodismo y el cultivo intenso del costumbrismo.
Mariano José de Larra

Teatro [editar]

Ángel de Saavedra, duque de Rivas
El teatro neoclásico no logró calar en los gustos de los españoles. A comienzos del
siglo XIX aún se aplaudían las obras del Siglo de Oro. Estas obras eran despreciadas por los neoclásicos por no sujetarse a la regla de las tres unidades (acción, lugar y tiempo) y mezclar lo cómico con lo dramático. Sin embargo aquellas obras atraían fuera de España, precisamente por no sujetarse al ideal que defendían los neoclásicos.
El Romanticismo triunfa en el teatro español con La conjuración de Venecia, de
Francisco Martínez de la Rosa; El Trovador, de Antonio García Gutiérrez; Los amantes de Teruel, de Juan Eugenio Hartzenbusch; pero el año clave es 1835, cuando se estrena Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas (1791–1865). Cabe mencionar también la importante obra Don Juan Tenorio (1844) de José Zorrilla y Muérete y verás de Bretón de los Herreros. Lo más cultivado es el drama. Todas las obras contienen elementos líricos, dramáticos y novelescos. La libertad domina en el teatro en todos los aspectos.

Gustavo Adolfo Bécquer

Romanticismo tardío [editar]
Ya en la segunda mitad del siglo XIX, los gustos por lo histórico y lo legendario pasaron a un segundo plano, y la poesía se tornó sentimental e intimista. Los poetas están influenciados por la poesía alemana, en especial la de
Heinrich Heine.
La poesía, al contrario de la novela y el teatro, continúa siendo romántica (la novela y el teatro seguirá la tendencia realista). Centra su atención a lo emotivo que puede poseer el poema. Se reduce la retórica y se aumenta el lirismo, con el amor y la pasión por el mundo por lo bello como temas principales. Se buscan nuevas formas métricas y nuevos ritmos. La homogeneidad de la que gozaba el Romanticismo se transforma en pluralidad en las ideas poéticas.
Los poetas más representativos de este periodo son
Gustavo Adolfo Bécquer, Augusto Ferrán y Rosalía de Castro, aunque ya no triunfan en aquella sociedad de la Restauración, utilitaria y poco idealista. Se admiraron más a los escritores que trataban temas de la sociedad contemporánea, como Ramón de Campoamor y Gaspar Núñez de Arce, pese a que hoy en día no tengan demasiada relevancia crítica.

El Realismo [editar]
Artículo principal:
Literatura española del Realismo
En España el Realismo caló con suma facilidad, ya que existía un precedente en las novelas picarescas y en El Quijote. Alcanzó su máximo esplendor en la segunda mitad del siglo XIX (Juan Valera, Pereda y Galdós), aunque sin llegar al punto de rigurosidad de los cánones establecidos por la escuela de Balzac.
En Galdós, y posteriormente en Clarín, Pardo Bazán y Blasco Ibáñez, existen claras influencias naturalistas, pero sin los fundamentos científicos y experimentales que Zola quiso imprimir en sus obras. Únicamente comparten el espíritu de lucha contra la ideología conservadora y, en muchas ocasiones, su comportamiento subversivo.
La novela realista refleja generalmente ambientes regionales, como Pereda en
Cantabria, Juan Valera en Andalucía, Clarín en Asturias, etc. Benito Pérez Galdós es una excepción, pues prefiere ambientarse en el espacio urbano madrileño.

Benito Pérez Galdós
El naturalismo en
España, al igual que en Francia, también tuvo sus detractores y se crearon grandes polémicas. Entre los opositores es encuentran Pedro Antonio de Alarcón y José María de Pereda, los cuales llegaron a calificarlo de «inmoral». Sus defensores más encarnizados fueron Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán. La controversia más dura tuvo lugar a partir de 1883, a raíz de la publicación de La cuestión palpitante de Pardo Bazán.

Generación del 68 [editar]
Artículo principal:
Generación del 68
Esta generación está formada por una serie de escritores considerada nueva clase nacional. El periodo de máxima coincidencia como generación tuvo lugar en la década de los ochenta. Dicha generación la integran: Pedro Antonio de Alarcón, José María de Pereda, Benito Pérez Galdós, Juan Valera, Leopoldo Alas Clarín, Emilia Pardo Bazán y Armando Palacio Valdés.
Las características que definen a este grupo son una conciencia de clase y optimismo (que más tarde tornará al pesimismo, por la
revolución de 1868). A nivel individual cada uno presenta un estilo propio. De todos los autores de este grupo, Alarcón es el único que presenta algunos rasgos heredados del romanticismo, sobre todo el costumbrismo más romántico. Esta influencia se aprecia claramente en Cuentos amatorios (1881), Historias nacionales (1881) y Narraciones inverosímiles (1881).

Poesía [editar]
Cierto es que hacia la segunda mitad del
siglo XIX la novela evolucionó rápidamente hacia el Realismo, pero esto no ocurrió con la lírica y en el teatro, cuya transformación fue menos violenta y aún continuaron impregnados de romanticismo hasta final de siglo.
Este romanticismo postrero es más aparente que real; en ocasiones carece de fondo y sin la exaltación lírica a la que se entregaba el romanticista de pro. Esto es debido a la sociedad, pues era el momento de la burguesía que consolidaría la
Restauración de 1875. Dicha sociedad, que estaba sentando las bases del capitalismo y dando los primeros pasos de industrialización del país, no dejó cabida para las personas que admiraban el arte de forma desinteresada.
Los escritores más representativos son
Gaspar Núñez de Arce y Ramón de Campoamor, en ocasiones adscritos al Romanticismo como opositores al movimiento, pues en este romanticismo tardío aún quedaban pequeños vestigios con Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro.

Teatro [editar]
El teatro realista español describe un arco desde las posturas más conservadoras y acríticas a las más progresistas y ácidas: desde la alta comedia de
Adelardo López de Ayala y Ventura de la Vega, al teatro éticamente inquieto de Benito Pérez Galdós y la acerada crítica de Enrique Gaspar (1842-1902), dramaturgo de minorías. Junto a estos autores, se reanudó el interés por el costumbrismo que reflejó el público burgués más conservador a través de géneros como la zarzuela o género chico, el sainete o el teatro por horas. Se trataba de un teatro fundamentalmente de evasión, que procuraba no plantear problemas de conciencia al burgués. Junto a ello, se intentaba revitalizar los anticuados valores conservadores de la honra con las iniciativas para hacer revivir el drama histórico romántico por parte de Manuel Tamayo y Baus o por parte del neorromanticismo del matemático José Echegaray.

Modernismo [editar]
Artículo principal:
Literatura española del Modernismo
Modernismo

Generación del 98 y el siglo XX [editar]

Juan Ramón Jiménez
Generación del 98
Novecentismo
Generación del 27
Literatura española anterior a la guerra civil
Literatura española posterior a la guerra civil

Premios Nobel [editar]
José Echegaray y Eizaguirre
Jacinto Benavente
Juan Ramón Jiménez
Vicente Aleixandre
Camilo José Cela

Bibliografía [editar]
Los españoles en la literatura,
Ramón Menéndez Pidal, Espasa Calpe, Madrid (1971).
Historia y crítica de la literatura española (8 vols.), Francisco Rico (editor), Ediciones Grijalbo,
Barcelona (1980).
Historia de la literatura española, Ángel Valbuena Prat, Gustavo Gili,
Barcelona (1981).
Literatura española del siglo XX, Pedro Salinas, Alianza Editorial,
Madrid (1972).
Historia de la literatura española, Gerald Brenan, Editorial Crítica,
Barcelona (1984).
Nueva y manual historia de la literatura de la literatura española, Juan Chabas, Empresa Consolidada,
La Habana (1962).
Historia de la literatura española, José García López, Vicens Vives,
Barcelona (1978).
Historia abreviada de la literatura española, James Figzmaurice-Kelly, Archipiélago,
Santiago de Cuba (1929).
Historia de la literatura española, Arturo Berenguer Carisomo, Laserre,
Buenos Aires (1968).
Historia de la literatura española, José María Díez Bolarque (editor), Aldus,
Madrid (1975).
Manual de literatura para caníbales,
Rafael Reig, (Ed. Debate, 2006